
Un niño no aprende por obligación, sino por conexión.
Durante muchos años, prácticamente todos hemos sido expuestos a sistemas tradicionales de enseñanza del inglés basados en listas de vocabulario, reglas gramaticales y muy pocos momentos de práctica en ambientes reales.
Y lo que hemos conseguido después de todo ese tiempo es principalmente un sentimiento de frustración, en vez de una satisfacción por haber aprendido inglés.
Quizás lo peor de todo es que a lo largo de los años aparecen muchas señales de que el niño NO está aprendiendo, y generalmente no las vemos o solo lo hacemos cuando ya es muy tarde.
¿Qué quiere decir esto de aprender por conexión en vez de por obligación?
Según diversos estudios de neurociencia, se trata de que el cerebro de un niño tiene una enorme capacidad de aprender nuevos conocimientos a través relaciones que crea a través de emociones positivas como reír, cantar, jugar e imaginar.

Míralo de esta forma: Todos aprendimos nuestra lengua materna a través de pequeños juegos, canciones y actividades divertidas.
Te apuesto a que aún recuerdas aquella cancioncita que cantabas con tu mamá o que te enseñaron en el jardín de infantes.
Entonces ¿Si aprendiste el español de manera tan natural, porque con el inglés tiene que ser diferente?
¿Acaso te imaginas que tu mamá, en vez de cantarte una canción, te hubiese pasado una lista de vocabulario?
Entonces, en este blog te explicamos por qué la diversión no es un “extra” en la educación infantil, sino una condición esencial para que el aprendizaje del inglés sea profundo, duradero y efectivo.
El cerebro del niño necesita emoción para aprender
Los estudios en neuroeducación son muy claros: el aprendizaje está estrechamente ligado a las emociones. Cuando un niño se siente feliz, interesado o motivado, su cerebro libera sustancias como la dopamina y la serotonina, que favorecen la atención, la memoria y la retención del conocimiento.
En cambio, si el niño se siente aburrido, confundido o estresado, su cerebro se desconecta del aprendizaje. Puede estar físicamente en clase, pero no está realmente aprendiendo.
¿Sabías que...?
Jugar no es perder el tiempo, es la forma más seria de aprender
Muchos adultos creen que si un niño “solo juega”, no está aprendiendo. Pero en realidad, el juego es la herramienta más poderosa de aprendizaje en la infancia.
Cuando un niño juega:
Practica habilidades cognitivas como la atención, la memoria y la resolución de problemas.
Se expone al idioma en un contexto real y significativo.
Se comunica sin miedo al error, porque está enfocado en la acción, no en la perfección.
Vive el inglés como algo útil, dinámico y parte de su mundo. Algo tan natural con su lengua materna.
¿Sabías que...?
Lo opuesto a la diversión no es la disciplina, es la desconexión
A veces se piensa que una clase divertida pierde control o disciplina. Pero en realidad, los niños aprenden mejor cuando están conectados emocionalmente con lo que hacen. Una clase aburrida y rígida puede tener silencio, pero también falta de participación, apatía y frustración.
Por el contrario, en una clase divertida y bien guiada:
- Los niños están activos, comprometidos y atentos.
- Se animan a equivocarse, preguntar y probar.
- Colaboran con otros y usan el idioma de forma auténtica.
¿Sabías que...?
¿Y cómo se traduce esto en el aprendizaje del inglés?
Cuando una clase es divertida:
El niño quiere volver a la siguiente clase.
Se expone al idioma de forma repetida y natural, sin sentirse forzado.
Aprende frases, vocabulario y estructuras sin memorizar, simplemente usándolas.
Pierde el miedo a hablar, porque no se siente evaluado, sino acompañado.
Crea una relación emocional positiva con el inglés, lo que refuerza su motivación y autoestima.
Y lo más importante: lo aprendido en ese estado de disfrute queda grabado en la memoria a largo plazo. El niño no solo “aprendió inglés”. Se apropió del idioma tal como lo hizo con el español.
¿Sabías que..?
En un mundo que cambia rápidamente, aprender inglés ya no es una opción: es una herramienta clave para el futuro. Pero no cualquier aprendizaje sirve. Lo que los niños necesitan es un aprendizaje real, profundo y duradero.
Y para que eso ocurra, tienen que disfrutar del proceso.